miércoles, 16 de diciembre de 2009

Son aquellas pequeñas cosas...

Hace un par de días fui al correo.
Para los que no saben SIGUE EXISTIENDO EL CORREO POSTAL; sí, sí.
Dos veces por mes voy -más o menos- porque es la forma en que envío las facturas a mis clientes. Como me torra un poco ir, suelo dejarlo para baches... o "por si paso cerca en algún momento". Nunca es un plan (como por ejemplo sí lo es IR HOY SÍ O SÍ AL SUPER).
La cuestión es que el otro día fui y con mucho tiempo (tenía que hacer tiempo, así que me vino bárbaro sacar el numerito 53 cuando iban por el 42).
En eso, pasa una viejita. Era de las simpaticonas, no de las viejas malhumoradas.
Pasa a la ventanilla que le corresponde y le da al chico que la atiende 6 o 7 sobres, medio gorditos. Ella le empieza a explicar (al chico que nunca preguntó nada) que eran tarjetas de Navidad para su familia y seres queridos, que tenía nietos en Europa. Solamente eso hubiera bastado para que me inunde la ternura y me acuerde de mi abuela (que ya falleció y era la luz de mi vida). Me encantó que la señora con su pollera tableada a flores se haya tomado "la molestia" de caminar, de salir a la calle para mandar cartas a su gente. Me encantó el tono que usaba cuando hablaba de ellos, lástima que no le vi la cara... estoy seguro de que sonreía y se le empañó la vista. O eso limé yo.
En eso, el chico termina de pesar los sobres y le dice el importe, a lo que la viejita simpática le dice:
- Ah, no... pero ¿cómo? ¿no le pone estampilla?
Chico: - Sí, señora. Las dejamos acá y después de la hora del cierre les ponemos estampilla a todas las cartas que llegan
Viejita: (medio desanimada, pero con ilusiones)- Ah... y... ¿no podré elegir yo las estampillas?
Ahí el chico, vaya a saber por qué, me mira... asumo que buscando complicidad de "generación". Y a mí la verdad me salió sonreír como diciendo "Es divina" jeje.
El flaco, como si nada, le dice:
- Pero, claro señora... tiene estas
Y le empieza a sacar diferentes planchuelas (imposible saber los dibujos, estoy chicata...) y mientras la señora las ANALIZABA DETENIDAMENTE comentaba "ah, esta a Sarita le va a encantar... a ver, mmm.. no esta con rojo no, porque a Nicolás el rojo no le gusta" y así un ratito.
Y yo pensaba ¿no? Esa señora eligió con todo el amor del mundo las estampillas que después van a estar abajo de los sellos y que vaya uno a saber si los nietos (o quienes sean) se detienen a fijarse ¿no?. Poner la estampilla adecuada era tan importante como que la carta llegara a destino. Y seguramente se quedó tranquila de que sus cartas iban con la estampilla correcta.
¿Se habrán detenido a mirarla?.. ¿Y cuántas cosas así deben hacen otros por nosotros y ni cuenta nos damos?
Las chiquiteces, DEFINITIVAMENTE, hacen el todo... y sí, son aquellas pequeñas cosas.

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